El monótono y constante ruido, no excesivo, pero ruido del aire acondicionado portátil del salón, me lleva a ponerme los cascos para escuchar en el ordenador un programa, ya pasado, de la radio.

Mientras persigo las ondas radiofónicas que llevan en el aire cuarenta y ocho horas esperando que les preste atención, me aburro observando el fondo de pantalla estático. Por ello, decido dar un repaso mientras tanto, a las noticias del día (mala costumbre, lo sé, pero soy incapaz de hacer una sola cosa).

Quince años llevo echando de menos a mi admirado Roberto Bolaño, recordando cómo me “fundí” la vida de Juan García Madero, en tres tiempos, como él quiso mostrarlo en su novela Los detectives salvajes.

El titular me sorprende y doy por hecho que el periodista, en un afán de llamar mi atención, pone en su recuerdo las palabras que escribir en prosa es de un mal gusto bestial. No puede ser, pienso mientras abro y despliego, Bolaño no puede hacerme esto. Pues sí, y no paró ahí, si no que verbalizó que escribir en prosa era como volver a los tiempos de su abuelo, por más señas, analfabeto.

Y paro de leer…

Regreso donde lo he dejado, leyendo titulares uno tras otro, mientras el programa de radio, ahora en anuncios, me hace olvidar el espadazo sufrido. Me concentro en las noticias fugaces, esas cuya misión es rellenar los huecos de las otras más sesudas, las que no van a desenvainar a la mínima ocasión.

Mira que llevo años pensando que las canciones del verano cada vez me separan más de mi infancia, y no por los años transcurridos, si no por lo lejanas que quedan ya de mis recuerdos de Georgie Dann y el negrito de la mami que en mi cabeza suena igual que la barbacoa en un polvoriento y seco descampado del barrio, al ritmo infringido de una orquesta del barrio, con el mismo baile cortocircuitado de los vecinos del barrio.

Pero son mis recuerdos y están vívidos en mí año tras año cuando reniego de Luis Fonsi y todos aquellos que pretenden hacer sombra a mi Georgie.

Bueno, pues ni eso me dejan ya, ahora resulta que el “streaming” está acabando con la canción del verano.

Y es en este momento donde silencio la radio, que hace rato ya no escucho, y decido escribir. Para reivindicar la canción del verano, aunque sufra y se me vaya la vida a chorros con el Despacito. Para reivindicar la prosa, aunque nada me guste más que creerme el pájaro azul albergado en el corazón de Bukowski.

Igualaré una y mil veces a Bolaño con La Barbacoa y a Bukowski con el Despacito si eso me hace sentir bien en mi desesperado intento de resistencia. Qué amargos son los imperativos, los adoctrinamientos…

Vuelvo a mi programa de radio y miro fijamente al estático fondo de pantalla. Esta vez, solo haré una cosa: escuchar la radio.

O.P.E.