El primer lunes en casa pienso que lo más prudente y responsable es seguir los consejos que desde el Ministerio de Sanidad nos van a proporcionar diariamente.

No soy más cívica que el resto de la población, tampoco la más lista, pero en esta ocasión no pienso arriesgarme con los bulos, noticias falsas, y demás ojarasca que puedan hacerme cometer un error.

El inicio ha sido fácil de seguir, los mensajes son cortos y directos. Hija, ¡qué tampoco hace falta haber estudiado en la Sorbona! La cosa se complica un poquito cuando me quedo sin algunas cosas esenciales, sobre todo sin mi atún en escabeche, y necesito reponerlas. Ahí caigo que no he prestado atención a las normas de salida, pues no las he necesitado antes.

Recuerdo haber oído que están abiertas peluquerías y tiendas de animales, entre otras actividades, pero cuando llamo a un amigo en el que tengo puesta toda mi fe para informarme bien y me dice que él lo que ha entendido es que lo que están abiertas son las peluquerías para animales, sé que algo no va bien en la comunicación.

No pasa nada, me digo, si hago un buen uso de internet, seguro que me entero qué está abierto y qué no. Y así lo hago… La página de Sanidad colapsada, vamos que no va. Cada medio de comunicación dice una cosa, vamos como mi amigo y yo. Y en Facebook la gente hace cadenas para que bajen el IVA, suban los ingresos mínimos, se paralice el futbol, se active no sé qué juego con un palo de golf, … ¡Y yo sin enterarme de lo mío!

Tranquilidad, mi vecino de enfrente -la observación siempre ha sido mi fuerte- tiene que haber comprado en alguna parte los doscientos sesenta y ocho rollos de papel higiénico que tiene en la terraza y que amarillean por el sol. ¡Tate, el Mercadona está abierto!

Vamos chica, que tú puedes. Solo me queda ponerme el equipo de seguridad y salir. ¿Cómo?, ¿equipo de seguridad he dicho? Vaya despiste el mío, la única mascarilla que tengo es la del pelo y guantes, que yo recuerde, los de fregar los platos con la punta de los dedos ennegrecida por el moho, pues nunca los uso… Creo que los tengo detrás de la tubería del armarito del fregadero.

Pues nada, manos a la obra. Yo que soy muy de tienda del barrio, y solo por extrema necesidad, me tiro al barro amazónico. Y decido pedir unas mascarillas, que me llegarán rápido, según me cuenta siempre todo el mundo, porque yo nunca compro ahí, que soy muy de tienda pequeña. Que si no fuera por mi lata de atún en escabeche…. El precio es realmente excesivo, unas quince veces más de lo que costarían habitualmente en una farmacia, pero con todo lo que me estoy ahorrando en terracitas…. ¿Qué?, ¿Qué tardan en llegar entre cinco y siete semanas?

Venga, que no cunda el pánico, en YouTube seguro que puedo ver una manera fácil de hacermela yo con telas que tenga por casa. ¡Hala, qué de vídeos! Bah, esto no puede ser tan complicado.

No sé muy bien que ha pasado, de verdad que no sé cómo explicar por qué he acabado con una mascarilla hecha con retales de unas bragas rojas viejas, compradas en Primark en navidad en un paquete de seis, cuyas gomillas pertenecen a un sujetador que siempre me hizo herida en el cierre, y debajo de la misma un salvaslip maxi de Evax. A la señora del vídeo de un pueblo de Cracovia, con aspecto de hacer magdalenas todos los días para sus nietos, de pelo cano, que me ha enseñado cómo se hacía una mascarilla casera, le quedaba muchísimo mejor.

Pero el hábito no hace al monje, me voy para el Mercadona, que seguro que no tengo que esperar colas ni nada en estos tiempos de pandemia.

O.P.E.