Así, de sopetón, os pregunto: ¿quién puede decirme cuántos miembros componían la unidad familiar de Marco?

Estoy convencida que, si hago un sondeo rápido, ocho de cada 10 participantes piensan que Marco tenía como único familiar a su madre (sí, la que se fue). Los dos que han acertado, está claro que no fueron traumatizados por esta serie.

Unos dirán, que esto es debido al llamado “Efecto Mandela”, o cómo la sociedad recuerda momentos que en realidad nunca han ocurrido (el origen de este fenómeno, data del 2010 y nos dice que, en nuestra memoria colectiva, recordamos sucesos tergiversados, o que directamente nunca ocurrieron, como es el caso de Nelson Mandela, el cual no murió en la cárcel, como mucha gente cree).

Por mi parte, lo que en realidad opino, es que la frágil memoria de un infante, véase nosotros hace treinta y cinco años, lo que recuerda con más fuerza y a raíz de ahí crea su propia historia, son aquellos sucesos traumáticos que producían dolor y llanto: la desestructurada familia de Marco es un claro ejemplo de ello.

Dejando a un lado la maquinaria de Asuntos Sociales, los cuales harían su agosto con esta familia, y que en el 2017 Marco llevaría ya un par de años viviendo en una casa de acogida, al padre le habrían quitado la licencia de médico pero pese a ello, estaría vendiendo recetas de Vicodina y Benzodiazepinas a deportistas y ricas herederas para poder pagar la multa impuesta por tener un mono en peligro de extinción de forma ilegal, el hermano trabajaría en un astillero y no se habría sabido nada más de él hace años, y la madre no hubiera regresado de Argentina jamás de los jamases al darse cuenta de la que había “liado pollito”.

Dejando a un lado estos pequeños detalles anacrónicos, no me podéis negar que la familia Rossi era especialmente particular, por mucho que fueran otros tiempos.

Anna Rossi, la buscada madre de Marco, y que da pie a todo este dramón con su viajecito, decide emigrar a Argentina, llevada por la necesidad de ayudar a su familia. No importa que su marido fuese médico y su hijo mayor acabara titulándose en ingeniería. Pues nada, aun con esas, ella coge el “hato” y decide ir a limpiar la casa de un ricachón a 12.000 km de su Génova natal.

Pietro Rossi, afamado doctor que tiene una clínica para pobres, como si a su familia le sobrase la pasta. Supongo que lo del karma se lo debió de tomar al pie de la letra y pensar que, mientras él curaba a mujeres que limpiaban casas en su clínica, algún otro doctor a 12.000 km de distancia, curaría de igual manera a su mujer, cuando esta contrajera una enfermedad mortal de la que, por cierto, solo se salvó cuando vio a su hijo Marco a los pies de su cama. Pues bien, Pietro se muestra reticente a que su hijo pequeño haga semejante viaje sin un duro en el bolsillo. Pero, como “papá no le puede negar nada a su chiquitín y todo le parece poco para él”, pues termina consintiendo.

Antonio Rossi, es quizá el miembro más desconocido de la familia. Es el hermano mayor de Marco, algo simplón (por no decir muuuuuy simplón). Cuando su madre se va, en vez de cuidar del pequeño, se traslada a Milán (recordemos que viven en Génova) para trabajar en la Renfe italiana. Y aquí lo más alucinante y que pasa totalmente inadvertido en la serie: se hace ingeniero. Es o no es para mondarse de la risa.

Marco Rossi, que da nombre a la serie, pues con una familia así, alguien tenía que coger las riendas. El día que deja de recibir cartas de su madre y los consiguientes billetitos para la compra, se huele que algo marcha mal y como no hay nadie a quien poder consultar, pues su padre no sale de la clínica y su hermano mayor anda por ahí haciendo quién sabe qué, le pregunta a su estimado mono Amedio, el cual no para quieto y con tal de liarla le acompaña. Pero no olvidemos que es un mono y, que de igual manera le hubiera acompañado al Marina D´or “Ciudad de vacaciones”.

Después de haber expuesto tan interesante caso clínico familiar, os vuelvo a hacer otra pregunta con vuestro permiso, ¿seguís creyendo que vuestras familias son raras, que os han amargado la infancia por no haberos dejado ir con vuestra amiga Vero a la fiesta de los chicos de 8ªA y que vuestro padre, después de venir del trabajo, no os hacía mucho caso?

Sé que me dejo en el tintero a otros interesantes personajes, como al Sr. Peppino que metió en una ajada maleta a sus marionetas y sus tres hijas Fiorina, Concetta y Giuletta y emigró también a Argentina (¡¡¡pero se llevó a la familia!!!) y al Sr. Ramón Mequínez, el ingeniero agrícola argentino que tanto ayudó a Marco y su madre (espeluznado por el caso, supongo).

Sé que no he narrado toda la historia, pero es que no me da la vida para seguir, no puedo con el “sin Dios”.

Ahora la pregunta va dirigida únicamente para mí, ¿cómo pude aguantar hasta el último capítulo, con escasa edad, sin montar la de “Puerto Hurraco” en casa? Quizá porque no lo hice, estoy como estoy de la cabeza.

A veces, normalizar situaciones de este tipo no trae consigo nada bueno.

O.P.E.